LA SALSA EN MEDELLÍN
SONIDOS DEL GOCE Y EL DOLOR URBANOS
SONIDOS DEL GOCE Y EL DOLOR URBANOS
(Fragmento)
En medio de la brega de la gente para aguantar la cabalgata con la ciudad a las espaldas, la salsa se ha hecho palabra. Esta música, que narra los estados de ánimo motivados por las condiciones materiales y espirituales de existencia de los desarraigados, los marginados, los pobres, se ha tornado recurrente forma de comunicación urbana en Medellín. Los temas salseros recrean las situaciones del barrio pobre y del resto de un imaginario de violencia que son las calles de hoy para la ciudadanía.
La gozonería ha potenciado la exaltación de la condición humana del hombre de esta ciudad. Así la salsa permitió que un significativo número de pobladores de Medellín sintiera, y en el mejor de los casos interpretara, las circunstancias urbanas en que se desenvolvía.
Lo que pudo permanecer en la memoria del colectivo como mera anécdota se transformó en un mensaje lleno de sentido, porque el sonido del Caribe ha dinamitado la conciencia de la realidad y ha facilitado la reanimación de la misma en favor del fortalecimiento de la identidad y de nuevas apropiaciones culturales urbanas. Hay una comprensión del ser urbano desde la depresiva, valiente y esperanzadora obra que la salsa pinta: criminalidad, vicio, desempleo, desarraigo, resistencias, logros, emancipaciones y alegría.
En medio del canto heredado de Nueva York, y de algunas ciudades latinas, se liberan la cadencia y el ritmo propios de las formas de expresión que han venido constituyendo los muchachos de los barrios populares. A partir del ambiente de rumba que moldea y vivifica el lenguaje salsoso surge también una postura frente al otro y la ciudad: imaginaria o realmente, aquel es socio o contrario de anonimato y en ella se sucumbe y se disputa todo.
Buena parte del público salsero en Medellín refleja la inseguridad del poblador que de manera reciente se ha incorporado, tras las inmigraciones que cruzan historias familiares y comunitarias, a la dinámica urbana. Y la rumba, el ruido del Caribe, habilita el desarrollo de un aprendizaje urbano que además se da sobre la marcha. La música está en la mitad de esa relación: recoge la experiencia y la presenta también como forma de conocimiento, es una pequeña-honda de reflexión cantada de lo vivido.
Los muchachos de nuestras calles se preguntan por ellos mismos. La salsa los reúne con las nostalgias que Medellín les ha enseñado. Se trata de una reafirmación y una exploración de las imágenes que la calle deja en su interior, la fabricación paulatina de ideas que motiva estar en medio del turbulento accionar de los barrios populares. La salsa desprende cierto aire que despierta a los chicos en su urgencia, pero es igualmente una respuesta en términos de poder, de dominio de un espacio y de un ritmo vitales, propia de nuestros sectores más desprotegidos. Es que "esa calle tanto los determina como ellos se las inventan".
El goce de esta expresión musical se ha integrado a una práctica existencial a las situaciones que caracterizan la vida contemporánea de Medellín. Un fenómeno que ha entrado a hacer parte de la vida de la ciudad y que no sólo es comercial ni musical, sino fundamentalmente cultural. La música de Nueva York sopla los lamentos de "ese allí" ahora arremolinado en mitad del Valle del Aburra.
Por:Sergio Santana
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