PEDRO MORALES PINO
1863 - 1926
1863 - 1926
ALTAVOZ DE LA MÚSICA ANDINA
Si en la música erudita o académica el mayor exponente colombiano fue Antonio María Valencia, en la folclórica o tradicional fue Pedro Morales Pino. De ascendencia castellana, pues nuestro tatarabuelo fue don Lorenzo Morales y Coronel, nativo de Colmenar Viejo en España. Don Lorenzo vivió varios años en Bogotá y allí murió en 1816, afligido por el fusilamiento de su hijo Francisco Morales Fernández, que ordenó el pacificador Pablo Morillo. Descendientes de don Lorenzo también fueron Antonio y Francisco Morales y Galvis, los del incidente del Florero, el 20 de julio de 1810. Por ello, sobre la puerta de la tienda llamada El Surtido de Cintas hubo una placa de mármol que decía: En este lugar la mano de Antonio Morales plasmó la cuna de la independencia. Hoy ese sitio está ocupado con la histórica Casa del Florero y la placa se colocó en el zaguán.
En Cartago, el 22 de febrero de 1863, nació Pedro Morales Pino, hijo de don José Morales y doña Bárbara Pino, dama de origen centroamericano. Don Pedro estudió luego en la primera academia de música de Bogotá, fundada por Jorge W. Price, composición y armonía con este y con Julio Quevedo Arévalo. Morales Pino llevó el bambuco a su forma escrita en partitura, divulgándolo extensamente aquí y en el exterior.
Destacó la síncopa y el rasgueo del tiple, características esenciales de nuestro aire tradicional por excelencia. La síncopa es el enlace de dos sonidos iguales, de los cuales el primero se halla en el tiempo o parte débil del compás y el segundo en el fuerte.
Fundó Morales Pino La Lira Colombiana y viajó con sus integrantes por las tres Américas. Sus discípulos más destacados fueron Ricardo Acevedo Bernal, Fulgencio García, Emilio Murillo, Carlos Escamilla, Luis A. Calvo y Alejandro Wills.
Fue muy destacado bandolista y a la antigua bandola, mezcla de la bandurria española y la mandolina italiana, agregó la nota Fa sostenido y así nuestra bandola tuvo doce, catorce, quince y dieciséis cuerdas. La bandola de 16 es concertista y en manos de un Diego Estrada, Jorge Nuñuz Pontón o Fernando León Rengifo, muestra sus posibilidades.
Don Pedro fue eminente compositor folclórico y profesor de bandola. Dejó muchos pasillos como la serie llamada Joyeles, bambucos como Cuatro preguntas o El fusagasugueño, valses como Ana Elisa, Mar y cielo, Trigueña o Ingrata, y danzas como Genta.
La Lira Colombiana se fundó en 1899 y estuvo integrada por Morales Pino, Carlos Escamilla, Blas Forero, Antonio Palomo, Gregorio Silva y Carlos Wordsworthy. Si Morales Pino fue hasta entonces el mayor divulgador del bambuco, es oportuno recordar en pocas palabras lo que es este aire tonada, canto y danza en Colombia. El nombre Bambuco es español pues se deriva de la raíz griega bamb, que indica movimiento trémulo. Y evidentemente el bambuco vocal muestra este carácter en los calderones del canto. El instrumental en los tresillos del tiple y el coreográfico o danzado en la rutina planimétrica, que también es trémula.
Típicamente mestizo, pues sus melodías son indígenas colombianas, según lo saben los musicólogos que han oído los bambucos de los indígenas kogi de la Sierra Nevada, los de los indígenas páez del Cauca y los del Huila. Pero a su ritmo fue una incógnita hasta cuando el maestro armonista Jesús Bermúdez Silva buscó en España este ritmo y lo halló en las provincias vascongadas, en los aires llamados Zorcico y Charivari, precisamente en los tresillos del tiple.
PEDRO MORALES PINO nació en Cartago el 22 de febrero de 1863 y murió en Bogotá el 4 de marzo de 1926. Hijo de José Morales y Bárbara Pino, en 1877 viajó por primera vez a Bogotá y estudió en la Escuela Nacional de Música, donde en 1897 organizó la Lira Colombiana, agrupación de la que fue director y primera bandola. Con ella recorrió el país y viajó a Panamá, San Salvador, Guatemala y Estados Unidos; en Guatemala se casó con la pianista Francisca Llerena, con quien tuvo cuatro hijos: Alicia, Rebeca, Raquel y Augusto. La Lira existió hasta 1908 y se disolvió en E.U.
En 1912 fundó una segunda, de muy corta vida, pero con la que se presentó en Suramérica. Escribió un método para bandola y otro para guitarra; perfeccionó la bandola agregándole a los cinco órdenes de cuerdas una sexta. En 1980, a la tradición oral de la música colombiana le agregó la escritura, es decir que a cada ritmo (bambuco, intermezzos, valses, pasillo, danza y contradanza) le marcó su estructura precisa. Sus composiciones llegan al centenar; son conocidas Reflejos, Cuatro preguntas, La fantasía, Leonilde.
Publicación de periódico EL TIEMPO, 7 de febrero de 1999.
autor: Guillermo Abada Morales
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